divendres, de novembre 30, 2007

Miraba los alrededores con la curiosidad de una niña nueva en el mundo. Una pared, unos pies pequeñitos, un suelo frío. A veces es fascinante la belleza de las cosas que llega con la calma después de la tormenta, hace que se dibujen nuevamente los contornos de la realidad. Parece que al acariciar las cosas éstas se forman de nuevo bajo tu piel: todos los huesos todos los órganos y músculos de los muebles arreplegándose bajo tu mano para que puedas tocarlo. Sólo eres ese tacto, cada partícula de tí es un poro de piel, una extremidad de una extensión sensible de tu dedo, como si tu consciencia se hubiese marchado por la ventana con otra luna u otra montaña. Déjala marchar, te dices, ya volverá si te quiere. Si no, habrá valido la pena tenerla tantos años contigo estos años.