Encuentras un montón de cables. cruzados, emmarañados, pelados y raspados. obsoletos.
te abres el cerebro y empiezas a tirar de ellos desesperadamente, como si te cogieras el pelo.
los rebuelves, los encoges, los estiras, los arrancas, los remiras, los arrojas lejos.
como si no fueran a volver.
como si pudieras deshacerte de tus ideas, de tus pensamientos.
que por muy rapido que huyas son tuyos, vas a acabar chocándote con ellos.
te cansas al rato. lo dejas estar.
te cierras el cerebro, te secas las lágrimas.
te siuentas en el suelo y te pones a fumar.
y entonces alguien te invita a pañuelos de papel. es bueno que la generosidad quepa hasta en días que parecen hechos con los pies.
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