dimecres, de març 24, 2010

Había una vez un niño...
Había una vez un niño que daba pasos de mariposa. ¿Sabeis cómo andan las mariposas? Vuelan con indecisión de un lado a otro, por lo que nunca sabes dónde van a parar, o cuando, como tampoco sabes cuando se irán.

Ese niño de los pasos de mariposa, mi pequeño niño azul, tenía un secreto dentro: desde que nació tenía encerrado el viento dentro del pecho, en una carcel de huesos, y éste le empujaba sin parar. Cuando el viento era una brisa marinera, el niño estaba tranquilo y jugaba bajo el sol; cuando el viento arreciaba, el niño se sentía inquieto y no podía parar un segundo para respirar; cuando el viento era huracanado, el niño destruía todo aquello que tenía cerca, lo amase o no. Cuando el viento le empujaba, sentía que debía marchar.

Por eso el niño vivía con la pena de quien debe aprender a tejer la marea y los vientos para sobrevivir: porque no era de ninguna parte, porque le pesaban los lastres, porque se le rompían los lazos y porque nunca sabía dónde parar, ni cuando.

Hace ya tiempo le regalé un secreto al niño azul de la mirada oscura, una caja de deseos intensos, llenos de amor, para que le acompañase en el camino. Le regalé una rosa de los vientos para que pudiese guiarse cuando el viento apretase y él debiese marchar. Le regalé tierra de mi patio para que, por muy lejos que se viese obligado a marchar, siempre supiese donde podía volver algun día.

Con el tiempo comprendí que su camino no estaba junto al mío, y que mejor sería si yo dejaba de intentar encerrar el viento dentro de una habitación y permitía que éste se fuera en la madrugada. Pero algunas noches todavía abro mi ventana y miro mi patio,
para ver si el niño vuelve,
para ver si le llama la tierra,
para ver si dejó algun recado,
para escuchar al viento por si me trae
sus buenas nuevas.

Pero hace tiempo, también, descubrí que mi camino no es de viento y, puesto que con su partida él no me dejó ninguna caja llena de deseos, de amor,
para que yo aprendiese a lidiar con la tormenta,
para desearme suerte en mi soledad,
para ayudarme a no perderme dentro de la marea,
para recordarme que había dejado una huella
en sus pasos de mariposa,

Yo decidí regalarme una brújula que señalase el norte, un norte que ya no es el suyo, un norte nocturno para mí sola. Un norte que señalase la dirección contraria a su viento. Y, así, poder olvidar esa caja llena de deseos,
ese niño azul de pasos de mariposa,
ese dolor de quella madrugada que se lo llevó el viento.

2 comentaris:

Laia Otero ha dit...

Me encanta

carlota ha dit...

a mi m'agrada més quan me l'expliques =)