dijous, d’abril 08, 2010

Contenido de mi mochila:
-Carpeta de la UB
-Cepillo de dientes
-Pasta de dientes
-Estuche (incluye sacapuntas y miniguma de borrar)
-Lápices de colores (donde los preferidos ya son enanos)
-Libreta de viaje
-Pijama verde desgastado
-Calcetines de recambio (calentitos)
-Ropa interior (limpia)
-Una madalena en avanzado estado de deterioro
-Líquido de las lentillas (sin lentillas)
-Horarios de RENFE
-Cascos gratuitos de renfe (con la caja en estado avanzado de deterioro)
-Ibuprofenos
-Mapa del centro de Roma (con sus correspondientes anotaciones en una letra que no es mía de dónde estan los Caravaggios)
-Postales de Alemania, con sus correspondientes billetes de tren.
-Billetes de avion gastados para Madrid.
-Libro de Juan José Millás "Laura y Julio"
-Tizas de colores (que sueltan su correspondiente polvo y tiñen el fondo de la mochila)
-Migajas; Ibuprofenos sucios y sueltos; propaganda de restaurantes chinos, tiendas nuevas; panfletos de manifestaciones varias; billetes de tren agotados...


Estoy anclada en la mesa de un bar y siento la potente presencia del pijama en mi mochila. Es un imán: siento la urgente necesidad de ponérmelo y estirarme encima de la mesa para echar una cabezadita. Quizás así recreara la ilusión de que estoy en mi cama y bajo mi edredón, cama y edredón que no visito desde lo que me parece que son siglos. Me apetecería ponérmelo para ir a clase, para hablar con los profesores. Tengo la sensación de que si llevas el pijama puesto éste te dota de una seguridad máxima, que nada va realmente en serio.

Llevo mi vida en la mochila. Llevo mi casa y mis pertenencias indispensables. Aveces desearía poder meterme dentro y que ésta se convirtiese en una pequeña mochila-feto que me aislase de Barcelona. Cerraría la cremallera y me agazaparía entre los lápices de colores y la roña del fondo, con las pastillas como cojines y como manta el paño de limpiar las gafas. Y seguro que sería feliz, porque cerraría los ojos y dormiría. Adiós a la cafeína, adiós al Ibuprofeno.

Podría explicarte mi vida enseñándote lo que llevo dentro de la mochila. Mira: ahí está la postal del Monumento de la Batalla de las Naciones (Leipzig, Alemania); ahí superé mi miedo patológico a viajar sola y a subirme a sitios altos. Mira: este es el mapa de Roma; las líneas rojas las apuntó un amigo que me enseñó otra Roma diferente, la de los barrios obreros, la de los bares de hacer campanas, la de las pizzerias de siempre, la de los adoquines sobre el Tíber. Mira: esta es mi libreta de cosas importantes; Aquí escribo lo que soy, o acabo siendo lo que escribo.

Me entretengo contando colores y minutos de sueño de esta noche. Me entretengo pensando en mis viajes y en los trabajos sin hacer. Me entretengo contando dinero por si me da para otro café y para comer luego y en el tiempo libre que me queda para ir a ver a mi abuelo. Mira, me entretengo soñando despierta y rebuscando la enésima cosa que he perdido, o que me he dejado en casas ajenas, o que no cogí y necesitaría ahora.

Debería replantearme esto, ordenar mi mochila, quitar trastos inútiles, hacerme unos horarios, centrarme, quitarme la tristeza de encima.

O, quizás, sólo es la falta de sueño.

1 comentari:

carlota ha dit...

potser caldria treure't la tristesa sobrera, ficar-hi hores de son i pintar-les de colors per poder-les treure quan calen...