dijous, de maig 20, 2010

Querido Ángel, querido abuelo:
Ahora hace ya tiempo que dormitas en tu duermevela, donde nada duele y el amor es parte del recuerdo. Ahora las caras son todas notas huidizas en tu memoria y los temblores te mecen cuando anochece y quieres dormir. El mundo te queda muy lejos, mucho más allá de la ventana abierta, y la pena ya es sólo un reguero de una vida anterior. Te mecemos y te acunamos en la cama blanca del hospital como si fuese una cáscara de nuez y tu fueses un niño que descansa después de una mañana de juegos.
Respira lento, que nosotros guardamos tu sueño.
Una mañana de Abril recuperé la guitarra y te la traje para que la vieses, para que compartieses conmigo aquello que tu habías ayudado a crear. Me esforcé en trenzar notas de colores para decorar tu habitación y creé la más bonita de las melodías que supe hacer para llenarte las manos de amapolas. Con los dedos, escogí uno a uno cada momento de mi vida, traduciéndolos en canciones para llevarte bien lejos; a tu tierra, a tus viajes, a tu casa, a tu pasión por vivir. Separé la luz de la mañana del cielo gris e intenté encontrar la nota perfecta para hacer que entendieses todo el amor que te tengo.

Para que entendieses que la niña se hizo mujer
escuchando tus historias.

Y la niña pequeña,
pequeña como el más pequeño deseo,
esta mañana de mayo te canta al oído
esta canción:

“Quisiera sacarte de aquí y alejarte de esta vida tan ajena
a ti, a tu vuelo, a tus sueños, a tu camino.
Querría regalarte tus recuerdos olvidados,
atados con cintas de colores y serpentinas
para revivir tu vida con la alegría
de la pasión de sentir.

Querría devolverte el secreto de mi nombre
y que pudieses invocarme cuando te sientas solo,
y que las vigilias te fuesen más ligeras
escuchando el sonido de mi voz.

Te regalaría la canción de amor recíproco
y la risa que te traía el recuerdo
de las mañanas de domingo desafinando en la cocina
cuando cantábamos canciones de otra vida,
la vida vivida duramente para que yo, nosotros,
pudiésemos vivir en paz.

Querría contarte el cuento de tu historia,
sin duda mucho mejor que cualquiera
que yo haya podido escribir nunca:
te daría un nombre y una edad
para que tu memoria quebradiza no olvidase
el gran hombre que eres, que guardo en mí.

Te traería de los rincones más lejanos
las aventuras de mis andanzas y mis pasos,
las visitas a la Berlín
comunista, a las iglesias luteranas,
a los pueblos de Almería,
a los cementerios en París;

Te regalaría las instantáneas
que decorasen tu memoria huidiza,
llenando las paredes de tu mundo
de caras sonrientes, de mañanas soleadas,
de amigos, de camaradas,
de agua del río y de rumores de ciudad.

Te escribiría la mejor de las poesías
para llamar al viento y que no olvidase tu nombre,
para reclamar a la noche una estrella brillante
donde puedieras arder feliz,
para rogar a los tejados de la ciudad
que recuerden lo que has sido,
para salvarte de la ira y del invierno frío,
para mecerte en una cáscara de nuez
y que así recuperases al niño, y te marchases
en paz contigo mismo y con el mundo que te vio nacer.

Quisiera que me vieses y te sintieses orgulloso,
quisiera que vieses en mí algo de lo que te hizo grande,
quisiera sacar lo mejor de mi misma,
mis canciones, mis cuentos,
mis pasiones, mis ideas,
mis recuerdos, mi cariño,
para que vieses que he crecido
y que me he hecho digna al hablar contigo
y que vieses que en mis letras
hay un susurro de ti.

Estás escondido en un rincón de cada verbo,
hablando entre las palabras,
batallando entre la sintaxis,
amando en cada exclamación.

Y hoy, que ya no te puedo ver más
porque tu ya no ves a nadie, ni oyes, ni sientes,
pediría, si me regalasen un deseo,
que la noche no duela
y que no te traiga más temor. Y quisiera
que la muerte fuera dulce
como una mañana de otoño,
que fuese buena contigo,
y que te abrace,
así, tiernamente,
como yo te abrazo hoy.”

Un beso grande como el sol.

Tu nieta,
Laura.

1 comentari:

carlota ha dit...

és tan maco...