dimarts, de novembre 02, 2010

1.XI.10


Recordaba que cuando se empeñó a olvidar forzosamente las letras todavía leía con avidez todo lo que se presentaba delante de los ojos como si estuviese sedienta de palabras: cuando acabó con su biblioteca empezó con las guías telefónicas, los tratados de microbiología, los anuncios de contactos y hasta las instrucciones de los medicamentos, pues necesitaba saber de sus viejas amigas. Leía sin necesidad de entender, sólo con la voluntad de resiguir con la vista y los dedos las letras. Las murmuraba, las repetía como un mantra, las saboreaba entre los dientes y sobre la lengua, se abandonaba en las fricciones y las dulzuras de sus combinaciones, las aspiraba aspirando el olor de la tinta en el papel. Ahora, en el salón y con el delantal puesto, reseguía con los labios palabras mudas, como recordando el eco de algo que le hacía sentir pasión. Pero ya no le despertaba la furia, la necesidad de coger un bolígrafo y asaltar un papel. Eso había quedado atrás.

Acostumbrada a vivir literalmente dentro de lo que escribía, su existencia se estaba haciendo insoportable. 

De La mujer-fregona y la maldición de las palabras
(barra del bar)
Fragmento del NaNoWriMo de ayer.